Descubre la fascinante historia de Cleopatra, la famosa reina de Egipto, y su reputación como una mujer bella. A través de los hechos históricos y las representaciones artísticas, explora si Cleopatra realmente era considerada hermosa en su tiempo o si esta idea es más bien un mito. Aprende sobre su legado, su poder y su influencia en la historia, más allá de su apariencia física. Una mirada objetiva y educativa a la imagen de la belleza de Cleopatra en la historia antigua.
¿Cleopatra era Hermosa?
Cleopatra es a menudo representada como una mujer extremadamente hermosa, quizás en parte porque pudo atrapar con éxito a Julio César y Marco Antonio. Dio declaró que era «una mujer de una belleza extraordinaria», aunque las crónicas contemporáneas y las obras de arte sugieren que en realidad era bastante simple con una nariz prominente. Cicerón declara de manera poco amable: «Su figura no es más que voluptuosa, y su rostro se ve empañado no solo por la nariz ganchuda de Ptolomeo, sino por una barbilla fuerte y rasgos duros que disminuyen la dulzura y gentileza que apreciamos en nuestras mujeres» (pero él claramente la odiaba.
Plutarch se refiere un tanto contradictoriamente al «efecto de su belleza» en César, pero luego observa que aunque su belleza «no era en sí misma incomparable … el personaje que asistió a todo lo que ella dijo o hizo fue algo hechizante». Por supuesto, la belleza está muy presente en el ojo del espectador, y aplicar los estándares modernos y restrictivos de la belleza a la reina Cleopatra le hace un mal servicio.
Dio nota que Cleopatra «se embelleció para presentarse ante él con el disfraz más majestuoso y al mismo tiempo inspirador de lástima» cuando conoció a César y él quedó cautivado por ella mientras Appian comenta que Marcos Antonio se enamoró de Cleopatra «En el momento en que la vio». Ella debe haber sido una persona encantadora y carismática confiada en su propia inteligencia y poder, y eso puede ser un poderoso afrodisíaco. Pascal comentó que «la nariz de Cleopatra, si hubiera sido más corta, todo el destino del mundo habría cambiado» (en el siglo XVII se tomaron narices prominentes como un signo de dominio).